La alineación de los astros en la empresa


A veces enseñando se aprende, decía mi colega Raúl Velarde, cuando con optimismo entraba a impartir sus sesiones en el IPADE. Él, un brillante doctor de la Harvard Business School, dispuesto humildemente a escuchar, a observar…, a aprender. Y lo que afirmaba es cierto. Lo constaté apenas la semana pasada, en unas sesiones sobre estrategia, con estudiantes de primer año. Son jóvenes y, en cierta manera, no han perdido la curiosidad propia de quienes lo son. Su mirada es clara, inquisitiva, curiosa, sus preguntas revelan deseo de aprender; sus cuestionamientos, esta vez en particular, me hicieron ver con más claridad, y comprender mejor algunos temas de estrategia

¿Con que me quedé, al final de estas sesiones? Comentemos algunas enseñanzas:

1. La alineación de los planetas no está reservada a los astrólogos. Ellos afirman que para que ciertas cosas salgan bien, los planetas deben de estar alineados. En estrategia sucede algo similar: aunque más que de alineación hablaríamos de enfoque. Hay varios aspectos qué cuidar: enfoque entre las necesidades del cliente y las características del producto/servicio que le ofrezco, enfoque entre las actividades que realizo para entregarlo; enfoque (alineación) entre nuestros colaboradores, para alcanzar objetivos.

2. Nash y el equilibrio. John Nash es el protagonista de la película “A beautiful mind” la historia (basada en hechos reales) de un excéntrico científico que llega a ganar el premio Nóbel. Lo gano por su teoría del equilibrio (que es en cierta manera alineamiento de fuerzas). Se trata de un equilibrio que no es estático, sino dinámico. Es decir, producto del acomodamiento de fuerzas de distintas direcciones y magnitudes… y además es inestable. En efecto, hay que estar muy pendiente de que no se nos desequilibre ese precario encuadre, (sujeto siempre, y cada vez más, a turbulencias) que es el enfoque que logramos entre las necesidades del cliente, el producto que ofrezco y cómo me organizo para entregarlo.



3. La propuesta funciona cuando también se alinean en el entorno algunas características. El buen observador se da cuenta de que tener un producto no es sólo cuestión de compaginar necesidades del cliente con capacidades de la empresa, hay otros muchos actores en el entorno (cada vez hay más) que se verán afectados por la actividad de la empresa. Estos actores -los llamados en inglés stakeholders, una traducción posible sería involucrados- tienen que ser tomados en cuenta, pues si ellos se benefician (o al menos no se ven afectados) las probabilidades de éxito serán mayores. Pueden ser desde los proveedores, que ganan vendiéndonos, hasta los distribuidores o detallistas, cuyos resultados dependen en gran parte de nosotros. Aquí cabe también la opinión pública, los grupos de interés (ecologistas por ejemplo) y hasta el propio gobierno (a distintos niveles, municipal, estatal o nacional). A todos ellos afecta la empresa y mientras menos los afecte (o más los beneficie) el equilibrio logrado será más “estable”.

Decía Sócrates que “La Vida que no es examinada no vale la pena vivirla”. Podemos parafrasear esta sentencia: una empresa que no se examina, que no analiza sus factores en equilibrio (o enfocados) viéndose “desde afuera”, examinándose a la luz de lo que sucede en el entorno y a la luz de lo que hace (sus capacidades). Repetimos, una empresa que no se examina: ni aprende, ni mejora, ni progresa, ni a la larga será competitiva.

Enfocar…, alinear, no es sólo asunto de astrología, también es necesario para equilibrar el entorno, para equilibrar, ordenar y optimizar las capacidades -recursos y habilidades- de la empresa.

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