Anticipa el éxito


Todos queremos tener éxito. Deseamos realizar bien nuestros planes, triunfar en las labores que emprendemos. Pero ¿podemos asegurar el éxito? Hay quienes piensan que el éxito es cuestión de suerte, como si el que las cosas salgan bien (y no sólo bien: muy bien) dependieran de factores misteriosos y desconocidos. No creemos que sea así.

El éxito, aseguran los expertos, no es producto de la casualidad (es más bien de la causalidad) es decir tiene causas, se trata de causas buscadas (y hasta provocadas) por quien quiere tener éxito.

Éxito y suerte. El éxito tiene poco, o muy poco que ver con la suerte. La suerte, decía un colega, la reparten en el periférico a las 6 de la mañana (no me especificó en que cruce del periférico) pero sí me dijo que quien se levanta con gusto a trabajar, madrugando para evitar el tráfico, digamos que “encuentra” la suerte. (Más específicamente se pone en posición, de aprovecharla, si no es que su propio modo de actuar la provoca).

Anticipar, anticipar, y seguir anticipando. “El éxito – aseguraba el General Douglas MacArthur. Es hijo de la anticipación” y no se trata solamente de tratar de anticipar lo que hay que hacer y revisar que suceda (lo cual ya en sí sería muy bueno) se trata también de anticipar lo que podría salir mal. Rafael Sosa, uno de mis colegas profesores lo afirma categóricamente “Cuando planeo eventos, siempre le dedico tiempo de preparación a anticipar los que podría salir mal. Con ello aseguro no sólo hacer lo que conviene, sino también estar prevenido eventualidades negativas, que en principio no siempre son evidentes.”

Cuidando los detalles. El diablo está en los detalles, asegura un viejo refrán francés. Para que algo salga mal (que sería la voluntad del diablo) basta con no poner atención en los detalles. Uno o dos tropezones por ese descuido en los detalles y las cosas saldrán mal. Como asegura aquel verso atribuido a Franklin haciendo referencia a la causa de la derrota de Ricardo III en Bosworth, que Shakespeare inmortalizaría en su famosa tragedia Ricardo III donde, cercado por sus enemigos, exclama "¡Mi reino por un caballo!" Sucede que por apresurar al herrero faltó un clavo en una de las herraduras del caballo de Ricardo. Por falta de un clavo se perdió una herradura. Por una herradura, se perdió un caballo. Por un caballo, se perdió una batalla. Por una batalla, se perdió un reino. Y todo por falta de un clavo de herradura.
“Visualizar” el éxito”. Hay estudios que demuestran que los grandes atletas se “visualizan” en su momento de triunfo… mucho antes de obtenerlo. Michael Jordan se veía a sí mismo encestando y ganando partidos. Tiger Woods se imaginaba levantando la copa de campeón del torneo de Golf, Pelé se visualizaba anotando goles, lo mismo sucede con los artistas. Hay concertistas que se ubican mentalmente en una sala de conciertos, ejecutando impecablemente una partitura difícil, y recibiendo después un fuerte aplauso del público. El mismo Victor Frankl, aseguraba en su libro “El hombre en busca de sentido” que en el terrible entorno de los campos de concentración –que sufrió en carne propia- los prisioneros que acabaron sobreviviendo eran los que se visualizaban haciendo algo después de haber salido del campo; el propio Frankl se veía a sí mismo dando conferencias en auditorios repletos…

Planeación y Éxito. Napoleón, afirman sus biógrafos, reconocía con frecuencia que sus batallas nunca salían como las había planeado pero también aseguran los mismos biógrafos que preparaba meticulosamente sus batallas. A pesar de no salir como las había planeado, la mayoría de las veces salían bien, salía victorioso ¿por qué? por la atención y cuidado que ponía en prepararlas tan minuciosamente -como en todo ejercicio de planeación- que se cuestionaba muchas cosas y se preparaba para eventualidades que la planeación le había permitido prever.

1 comentario:

Jorge Perez-Colin dijo...

Felicidades por decidirte a hacer un blog con tu columna de El Financiero.